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dos barras de rata est�ndar por d�a. �Los estaban matando de hambre?
-Despu�s de un tiempo -suspiró Suegar-, uno realmente deja de
preocuparse por conseguir la barra... -La animación que parec�a haberle
iluminado por el inter�s en Miles como un objeto nuevo de esperanza parec�a
estarle abandonando. Su aliento se hab�a hecho m�s lento, su postura volv�a a
inclinarse. Parec�a estar a punto de acostarse a dormir sobre el polvo.
Miles se preguntó si la manta de Suegar habr�a sufrido el mismo destino que
la suya. Hac�a ya bastante, supuso.
-Mira, Suegar... creo que tal vez tenga un pariente en este campo. Un primo
de mi madre. �Crees que podr�as ayudarme a encontrarlo?
-Puede ser bueno para ti tener un pariente -contestó Suegar-. No es bueno
estar solo aqu�.
-S�, ya me he dado cuenta, pero �cómo puedo encontrar a alguien? No
parece haber mucha organización aqu�.
-Ah... hay... grupos y grupos. Despu�s de un tiempo todo el mundo se queda
m�s o menos en el mismo lugar.
-Estuvo en el 14 de Comandos. �Dónde est�n?
-Pero no queda mucho de los viejos grupos...
-Era el coronel Tremont. Coronel Guy Tremont.
-Ah, un oficial -La frente de Suegar se arrugó en un gesto de preocupación-.
Eso es m�s dif�cil. T� no eras oficial, �verdad? Si eras oficial, mejor no lo
digas...
-Fui empleado. Oficina -repitió Miles.
-& porque aqu� hay grupos a los que no les gustan los oficiales. Oficina.
Entonces, probablemente estar�s bien.
-�Y t�? �Eras oficial, Suegar? -preguntó Miles con curiosidad.
Suegar frunció el ce�o, se retorció los pelos de la barba.
-El ej�rcito de Marilac desapareció. Si no hay ej�rcito, no puede haber
oficiales, �no te parece?
Miles se preguntó si no llegar�a m�s r�pido a su objetivo levant�ndose,
dejando a Suegar con sus cosas y tratando de trabar conversación con el
siguiente prisionero que se cruzara en su camino. Grupos y grupos. Y
seguramente grupos como el de los hermanos robustos de la entrada. Decidió
quedarse con Suegar durante un tiempo. En primer lugar, no iba a sentirse tan
desnudo con otra persona desnuda a su lado.
-�Me llevar�as con alguien que haya estado en el 14? -pidió a Suegar-.
Cualquiera. Alguien que conozca a Tremont de vista.
-�No lo conoces?
-Nunca nos vimos en persona. Vi v�deos. Pero supongo que... su aspecto
puede haber cambiado bastante...
Suegar se tocó la cara, pensativo.
-S�, probablemente.
Miles se puso de pie con mucho dolor. La temperatura era siempre un
poquito fresca bajo la c�pula, por lo menos sin ropa. Una brisa le levantaba el
vello en los brazos. Si tan sólo pudiera conseguir una prenda, �preferir�a
pantalones para cubrirse los genitales o una camisa para esconder la espalda
torcida? Mierda. No hab�a tiempo. Extendió una mano para ayudar a levantarse
a Suegar.
-Vamos.
Suegar lo miró desde abajo.
-Siempre se sabe qui�n es reci�n llegado aqu�. Todav�a tienes prisa. Aqu�,
todo el mundo se mueve despacio. El cerebro funciona despacio...
-�Y tu escritura no tiene nada que decir sobre eso? -le preguntó Miles,
impaciente.
-& por lo tanto, ellos subieron all� con mucha agilidad y velocidad, a trav�s
de los cimientos de la ciudad... -Suegar frunció las cejas y miró a Miles,
pensativo.
Gracias, pensó Miles. Me lo quedo. Levantó a Suegar.
-Vamos.
Ni agilidad ni velocidad, pero por lo menos era progreso. Suegar lo llevó
caminando despacio a trav�s de un cuarto del campo, meti�ndose en medio de
algunos grupos y dando un gran rodeo alrededor de otros. Miles vio a los
hermanos robustos desde lejos. Estaban sentados sobre su colección de
mantas. Miles elevó su estimación del tama�o de la tribu de cinco a unos
quince. Algunos hombres estaban sentados en grupos de dos o tres o seis,
algunos pocos solos, tan lejos como pod�an de los dem�s, y eso, claro, nunca
era demasiado lejos, en realidad.
El grupo m�s grande estaba formado sólo por mujeres. Miles las estudió con
inter�s electrizado apenas le llamó la atención el tama�o de su frontera sin
marcas. Eran, por lo menos, varios cientos. Ninguna carec�a de manta, aunque
algunas la compart�an. Ten�an un per�metro patrullado por grupos de media
docena m�s o menos, grupos que caminaban lentamente en vueltas
controladas. Parec�an defender dos letrinas para su uso exclusivo.
-Cu�ntame algo sobre las chicas, Suegar -le pidió Miles a su compa�ero,
con un gesto de la cabeza hacia ese grupo.
-Olv�date de ellas. -La sonrisa de Suegar ten�a un lado sardónico-. No se
dejan.
-�Qu�? �Para nada? �Ninguna? Quiero decir, aqu� estamos todos y no
tenemos nada que hacer excepto entretenernos unos con otros. Hubiera cre�do
que, por lo menos algunas, se interesar�an.
La razón de Miles se adelantaba a la respuesta de Suegar, llena de ideas
desagradables. �Hasta dónde llegaban las cosas desagradables en ese sitio?
Antes que nada, Suegar se�aló la c�pula, arriba.
-Nos controlan con monitores. Lo ven todo, pueden escuchar todo lo que
decimos si quieren. Bueno, si es que todav�a hay alguien ah� fuera. Tal vez se
fueron todos y se olvidaron de apagar la c�pula. Tengo sue�os sobre eso de
vez en cuando. Sue�o que estoy aqu�, encerrado en la c�pula para siempre.
Despu�s me despierto y estoy aqu�, en la c�pula... A veces no estoy seguro de
si estoy dormido o despierto. Si no fuera porque una vez cada tanto llega la
comida... y de vez en cuando alguien nuevo, como t�... La comida podr�a ser
parte de algo autom�tico, claro. T� podr�as ser un sue�o...
-Todav�a est�n ah� fuera -confirmó Miles con amargura.
-�Sabes? -suspiró profundamente Suegar-, en cierto modo casi me alegro.
-Monitores, s�.
Miles sab�a todo lo que hab�a que saber sobre los monitores. Resistió la
tentación de saludar con la mano y decir Hola, muchachos. Estar en la sala de
Monitores deb�a de ser un trabajo agotador para los tipos de fuera. Miles deseó
que se aburrieran como ostras.
-Pero �qu� tiene que ver eso con las chicas, Suegar?
-Bueno, al principio todos est�bamos bastante inhibidos con respecto a
eso... -Se�aló el cielo de la c�pula-. Despu�s, descubrimos que ellos no
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