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madres solteras. La temprana muerte de tu abuelo me pilló desprevenida.
No tenía amigas con las que hablar ni a las que imitar. Todas estaban
casadas. Sabía que tu madre necesitaba mano firme, pero creo que fui
demasiado lejos.
Rory lo había creído así una vez y había llegado a culpar a su abuela por
el desvarío de su madre. Pero la marcha de Micki la hizo cambiar de
opinión. Las dos hermanas habían crecido con las mismas reglas y con el
mismo amor, pero el espíritu indomable de Micki no podía soportar los
confines que a Rory la hacían sentirse amada y segura. Lo mismo le había
pasado a su madre.
 No he venido para juzgarte abuela. Pero tú y yo sabemos que si
hubieras sido más transigente con mi madre, seguramente se hubiera
autodestruido mucho antes. Y entonces no me habrías tenido a mí.
 Ni a tu hermana. La quiero, Rory... lo sabes, ¿verdad?
 Por supuesto.
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 Por eso no podía ayudarte en tu búsqueda, y por eso tampoco podía
detenerte. Me siento tan avergonzada...
 ¿Avergonzada? ¿Por qué?
 Por no haber permitido que Micki se quedara, por haberos mantenido
separadas.
Rory puso una mueca de desagrado, pero se apresuró a cubrir sus
pesares con unas cuantas cucharadas de sopa. Ojalá se hubiera enterado de
la visita de Micki, pero en aquel tiempo había estado viviendo cerca de la
universidad, y aquella noche había estado celebrando su cumpleaños con
sus amigas. Y luego estaba la enfermedad de su abuela. No podía culparla
por haber antepuesto su salud a todo lo demás, quizá por primera vez en su
vida.
 Micki podría haberme encontrado en cualquier momento, abuela. Me
encontró anoche, y sigo sin saber cómo o por qué lo hizo.
Su abuela partió un pedazo de pan en pequeños trozos, pero no se llevó
ninguno a la boca.
 ¿Tenía buen aspecto?
 Sí.
 ¿No parecía drogada ni bebida?
 No estoy segura.
 Pero lo averiguarás.
El brillo de esperanza en los ojos de su abuela fortaleció la resolución de
Rory. Encontraría a Micki. Y no perdería más tiempo evitando sus
sentimientos hacia Alec. Tal vez hubiera cambiado de opinión respecto a
tener una relación estable con ella. O tal vez no. No lo sabría hasta que se
enfrentara a él. Y eso iba a hacer. Esa misma noche.
 La encontraré, abuela. No te preocupes por mí.
 No me preocupo por ti, Aurora  dijo su abuela con una radiante
sonrisa . Sabes lo que quieres de la vida y no te lanzas a lo desconocido
sin pensarlo antes.
 Depende de lo que esté buscando  respondió ella sin poder contener la
risa.
Si su abuela supiera los problemas que se había buscado... Los había
encontrado en la forma de Alec Manning. Ahora, la pregunta era qué iba a
hacer para mantenerlo.
CAPÍTULO 18
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Rory recorrió la calle cuatro veces antes de encontrar un sitio para
aparcar cerca de su apartamento, mientras miraba de un lado a otro
buscando a alguien parecido a su hermana. ¿Estaría Micki por allí,
observándola?
No podía evitar sentirse furiosa hacia su hermana. ¿Seguiría siendo una
drogadicta? Ni la detective Walters ni la directora del centro de acogida
habían mencionado esa probabilidad, pero, de todos modos, a Rory no le
importaba. Lo único que quería era que regresara. Ya se ocuparían de las
drogas cuando se hubieran reencontrado.
Sentada en el Jeep, observó las caras de un trío de chicas que bajaba
haciendo footing por la calle. Observó a un hombre de mediana edad con un
periódico bajo el brazo, y luego al hombre al que había visto paseando a su
perro la noche anterior. Miró hacia los setos, buscando algún movimiento...
Pero estaba demasiado cansada para vigilar con atención. Y además, el olor
de las galletas de su abuela, junto al segundo tarro de chocolate que Gia le
había dado, era demasiado tentador como para quedarse más tiempo en el
coche.
Se le ocurrían múltiples usos para el chocolate. Ya había sufrido
demasiado. Deseaba a Alec. No quería lazos ni expectativas. Sólo deseaba
satisfacción sexual. Con un hombre que sólo quería lo que ella quisiera
darle.
El problema era que ella quería darle mucho más de lo que él quería. Su
corazón era suyo. Y su alma también. Lo amaba y quería vivir a su lado en
una relación verdadera. Aún se preguntaba si no estaría siendo ingenua por
culpa de su recién descubierta sexualidad... pero decidió que no le
importaba. Si las cosas no salían bien, acabaría con el corazón destrozado.
¿Y qué? Los corazones rotos podían sanar. Ya estaba bien de vivir con la
eterna duda de lo que podría haber sido. Vivir significaba amar, y a veces,
perder.
Y ella no tenía miedo de perder. No cuando sabía que era mucho peor no
arriesgarse. Estaba dispuesta a correr el riesgo, pero ¿lo estaría Alec? Sabía
que se preocupaba por ella, algo que no había hecho con ninguna otra
mujer, pero ¿hasta qué punto?
Entró en el edificio y llamó a la puerta de Alec sin dudarlo. Miró su reloj.
Eran las diez y media. Maldición. Volvió a llamar.
 ¿Alec?
No recordaba si aquella noche tenía que trabajar en el club. Pero al no
recibir respuesta y no oír nada al pegar la oreja a la puerta, se imaginó que
debía de haber salido. Estaba a mitad de las escaleras cuando oyó que la
puerta se abría y cómo unos zapatos de mujer resonaban tras ella.
Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Quién estaba allí? ¿Quién había
estado en el apartamento de Alec? Se quedo totalmente rígida. Su
presencia quedaba oculta tras la esquina del rellano, pero quien quiera que
hubiese estado en casa de Alec habría oído los golpes en la puerta y a ella
llamándolo.
Los pasos eran ligeros, vacilantes. Incapaz de aguantar la curiosidad.
Rory asomó la cabeza por la esquina. En cuanto vio a la mujer se le cayó la
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llave de la mano. El ruido que hizo al chocar contra el suelo hizo que las dos
dieran un respingo.
 ¿Micki?
Su hermana gemela esbozó una media sonrisa.
 Hola.
Rory sintió que se mareaba y que se quedaba sin aire, pero consiguió
mantener el equilibrio y bajar corriendo las escaleras, tirando el bolso al
suelo y sin pensar en otra cosa que abrazar a su hermana. Micki olía a
tabaco y laca para el pelo. Su desgastada chaqueta de cuero crujió bajo los
brazos de Rory, pero a ésta el tacto le pareció exquisito. Se apartó lo
suficiente para ver aquellos ojos azules, perfilados con kohl, tal y como Lisa
había descrito. Su pelo, negro azabache, mostraba algunos mechones de
azul oscuro, y su sonrisa era una mueca de sarcasmo, pero Rory reconoció
al instante la claridad en la expresión de su hermana.
No estaba drogada ni bebida. Estaba allí, y era la mujer más hermosa
que había visto.
Las lágrimas le resbalaron por las mejillas. Nunca se había sentido tan
agotada emocionalmente, y aún así, rebosaba de energía vital.
 ¿Se puede saber por qué huiste anoche?  preguntó, agarrando a su
hermana por los hombros para que no se escapan de nuevo. Ni ahora, ni
nunca...
 Fue una estupidez. Me asusté al verte. No esperaba que...
 ¿Cómo averiguaste dónde vivo?
 ¿Recuerdas esa llamada de la compañía telefónica, verificando tu
dirección?
Rory negó con la cabeza. En las últimas semanas había recibido
demasiadas llamadas de ese tipo como para recordarlas todas.
 Bueno, pues deberías tener más cuidado a la hora de revelar
información personal. Conseguí tu número a través de alguien del centro de
acogida, donde habías dejado tu tarjeta. Te llamé haciéndome pasar por
alguien de la compañía y tú misma me facilitaste tu dirección.
Rory no podía creer que la hubiera engañado con tanta facilidad. No era
extraño que no hubiese reconocido la voz de su hermana, ya que hacía diez
años que no la oía. Volvió a darle un fuerte abrazo.
 Así que soy una crédula y tú eres brillante. Dejémoslo así. Sube [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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