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han de esperar.
2035. El grado supremo de la participación en la autoridad de Cristo está asegurado por el carisma de
la infalibilidad. Esta se extiende a todo el depósito de la revelación divina (cf LG 25); se extiende
también a todos los elementos de doctrina, comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas
de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u observadas (cf CDF, decl. "Mysterium ecclesiae"
3).
2036. La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural,
porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la salvación. Recordando las
prescripciones de la ley natural, el Magisterio de la Iglesia ejerce una parte esencial de su función
profética de anunciar a los hombres lo que son en verdad y de recordarles lo que deben ser ante Dios
(cf. DH 14).
2037. La ley de Dios, confiada a la Iglesia, es enseñada a los fieles como camino de vida y de verdad.
Los fieles, por tanto, tienen el derecho (cf CIC can. 213) de ser instruidos en los preceptos divinos
salvíficos que purifican el juicio y, con la gracia, sanan la razón humana herida. Tienen el deber de
observar las constituciones y los decretos promulgados por la autoridad legítima de la Iglesia. Aunque
sean disciplinares, estas determinaciones requieren la docilidad en la caridad.
2038. En la obra de enseñanza y de aplicación de la moral cristiana, la Iglesia necesita la dedicación de
los pastores, la ciencia de los teólogos, la contribución de todos los cristianos y de los hombres de
buena voluntad. La fe y la práctica del Evangelio procuran a cada uno una experiencia de la vida "en
Cristo" que ilumina y da capacidad para estimar las realidades divinas y humanas según el Espíritu de
Dios (cf 1 Co 2, 10-15). Así el Espíritu Santo puede servirse de los más humildes para iluminar a los
sabios y los constituidos en más alta dignidad.
2039. Los ministerios deben ejercerse en un espíritu de servicio fraternal y de entrega a la Iglesia en
nombre del Señor (cf Rm 12, 8.11). Al mismo tiempo, la conciencia de cada cual en su juicio moral
sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse en una consideración individual. Con mayor empeño
debe abrirse a la consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada, y
consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las
cuestiones morales. No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al Magisterio
de la Iglesia.
2040. Así puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con respecto a la Iglesia.
Es el desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendró en el seno de la Iglesia y nos hizo
miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios
que va más allá del simple perdón de nuestros pecados y actúa especialmente en el sacramento de la
Reconciliación. Como madre previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras día, el alimento de
la Palabra y de la Eucaristía del Señor.
II. LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA
2041. Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica
y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad
eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el
esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más generales de
la Santa Madre Iglesia son cinco:
2042. El primer mandamiento (oír misa entera los domingos y fiestas de precepto) exige a los fieles
participar en la celebración eucarística, en la que se reúne la comunidad cristiana, el día en que
conmemora la Resurrección del Señor, y en aquellas principales fiestas litúrgicas que conmemoran los
misterios del Señor, la Virgen María y los santos (cf CIC can. 1246-1248; CCEO can. 881, 1.2.4).
El segundo mandamiento (confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de
muerte, y si se ha de comulgar) asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del
sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf CIC
can. 989; CCEO can. 719).
El tercer mandamiento (comulgar por Pascua de Resurrección) garantiza un mínimo en la recepción
del Cuerpo y la Sangre del Señor en relación con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia
cristiana (cf CIC can. 920; CCEO can. 708-881, 3).
2043. El cuarto mandamiento (ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre
Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas;
contribuyen a hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón (cf CIC
can. 1249-1251; CCEO can. 882).
El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada
uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222).
III. VIDA MORAL Y TESTIMONIO MISIONERO
2044. La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para
la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de
irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los
cristianos. "El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu
sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios" (AA 6).
2045. Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1, 22), contribuyen a
la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia
aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), "hasta que lleguemos al estado
de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo" (Ef 4, 13).
2046. Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, "Reino de
justicia, de verdad y de paz" (MR, Prefacio de Jesucristo Rey). Esto no significa que abandonen sus
tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
RESUMEN
2047. La vida moral es un culto espiritual. El obrar cristiano se alimenta en la liturgia y la
celebración de los sacramentos.
2048. Los mandamientos de la Iglesia se refieren a la vida moral y cristiana, unida a la liturgia, y que
se alimenta de ella.
2049. El Magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce ordinariamente en la
catequesis y la predicación sobre la base del Decálogo que enuncia los principios de la vida moral
válidos para todo hombre.
2050. El Romano Pontífice y los obispos, como maestros auténticos, predican al pueblo de Dios la fe
que debe ser creída y aplicada a las costumbres. A ellos corresponde también pronunciarse sobre las
cuestiones morales que atañen a la ley natural y a la razón.
2051. La infalibilidad del Magisterio de los pastores se extiende a todos los elementos de doctrina,
comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas,
expuestas u observadas.
SEGUNDA SECCION
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
"Maestro, ¿qué he de hacer...?" [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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